Empecemos por el principio. Hay alimentos, o componentes de los alimentos, que favorecen el crecimiento de la microbiota (flora intestinal), y se llaman prebióticos.
Estos prebióticos no se digieren ni se absorben en el intestino delgado y, por tanto, llegan al colon (intestino grueso). Una vez allí, estos componentes alimentarios fermentan gracias a las bacterias y a que hay poca cantidad de oxígeno. Con la fermentación se forman compuestos muy beneficiosos para la salud.
Estos compuestos son:
Gases (H₂, CO₂, H₂S, CH₄).
Lactato.
Ácidos grasos de cadena corta (AGCC): acetato, propionato y butirato.
¿Cuáles son estos prebióticos tan beneficiosos?
Inulina.
FOS.
GOS.
Almidón resistente.
Si comemos este tipo de alimentos, ¿ya funciona el sistema digestivo perfectamente?
No es tan sencillo. Las interacciones entre la microbiota y los prebióticos son complejas y depende mucho del tipo de fibra y de la flora de cada persona. Necesitamos una gran diversidad bacteriana en el intestino grueso, y que además esté bien equilibrada. Y eso ya es más difícil.
Pero volvamos al butirato. Una vez se ha formado por la fermentación de los prebióticos y gracias a una buena microbiota, ¿qué ocurre?
El butirato es muy beneficioso para la flora y la salud intestinal, ya que sus principales características son:
Fuente de energía para los colonocitos, que son las células que recubren el colon, y así pueden hacer una buena función barrera y evitar la inflamación.
Mejora la barrera intestinal y disminuye la permeabilidad porque estimula la producción de mucina.
Reduce la producción de citoquinas proinflamatorias como TNF-alfa, IL-6 o IL-18.
Favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas al mismo tiempo que ayuda a reducir algunas más perjudiciales.
Puede atravesar la barrera hematoencefálica (BHE) favoreciendo el eje intestino-cerebro.
Pero no solamente nos ayuda a nivel intestinal, también tiene una función como modulador metabólico:
Mejora la sensibilidad a la insulina.
Modula la respuesta inflamatoria crónica.
Mejora la composición corporal aumentando la oxidación de las grasas.
Por eso cada vez se oye más hablar del butirato, ya que es muy importante para nuestra salud.
¿Y, cómo hacemos para aumentarlo?
Aumentando el consumo de fibra prebiótica: ajo, cebolla, porro, alcachofa, semillas de lino y de chía…
Comiendo más alimentos almidón resistente: patata o arroz enfriados 12 horas como mínimo; plátano verde, legumbres enfriadas…
Ingeriendo alimentos ricos en polifenoles: granada, cacao puro, té verde, aceitunas, arándanos…
Ayuno intermitente suave.
Suplementación con butirato.