¿Cómo nuestras neuronas aprenden mejor? ¿Y peor?

¿Cómo nuestras neuronas aprenden mejor? Y peor?

En el anterior post aprendimos por qué necesitamos repetir las cosas para poder aprender y memorizar. Nuestras neuronas mejoran su aprendizaje cuanto más veces se comunican entre ellas, pero es que, además, con la repetición de la comunicación neuronal, nuestro cerebro también sufre cambios físicos que nos permiten guardar lo que aprendemos en el cajón de la memoria a largo plazo.

Tot i això, algunes persones disposen de capacitats sorprenents que els permeten recordar sense necessitat de repetir fins a la sacietat, com ens passa a la major part dels mortals. Un cas d'hipertimesia (que es como se llama a esta capacidad) muy estudiado entre la comunidad de neuropsicología fue el de Sherashevsky, también conocido como paciente S. Este señor era capaz de memorizar sin límite listas de números o palabras; sólo con leerlas podía recordarlas en el orden original o en el inverso incluso 15 años después. Según el psicólogo que llevó su caso, el paciente era capaz de recordar así porque tenía una gran memoria fotográfica, pero también porque padecía un fenómeno conocido como sinestesia o unión de sensaciones.

En las personas con sinestesia, cuando reciben un estímulo sensorial, como por ejemplo la imagen de una palabra, se evocan en ellos otras sensaciones (destellos de luces de colores, un sabor en la boca, un olor...) Esto es clave para entender por qué aquellas vivencias que tienen más de un componente sensorial se recuerdan mejor que aquellas en las que sólo participa un sentido. Así, por ejemplo, te acuerdas mucho más del olor de un perfume si ese olor lo asocias a una persona, que si solamente hueles el perfume.

De la misma forma que los estímulos favorecen la formación de la memoria, siempre recordamos mejor cuando el recuerdo viene acompañado de un componente emocional. Por lo general, los recuerdos neutros se recuerdan peor que aquellos que nos produjeron una emoción, y esto es normal, porque éstos últimos suelen ser los recuerdos importantes. Siempre vas a recordar mejor el nacimiento de un hijo que el hecho de que hace 3 años compraste leche en el supermercado.

La liberación de sustancias como la dopamina, noradrenalina... en respuesta a diferentes estados emocionales hace que no haga falta tanta estimulación para llegar al umbral de activación que permite producir los cambios físicos en las neuronas que permiten que formemos memoria.

Otra de las formas con las que podemos reforzar nuestro aprendizaje es a través del juego. Lo que ocurre cuando jugamos es que se involucran simultáneamente procesos cognitivos (como la atención, la planificación, la memoria...)pero, además, también procesos afectivos que mejoran la impronta del recuerdo en nuestro cerebro. Se ha demostrado que mientras jugamos se reducen los niveles de estrés, lo que también mejora la adquisición de capacidades, pero, además, el juego despierta nuestra curiosidad y motivación, lo que activa las bases cerebrales del placer y hace que se liberen endorfinas permitiendo también consolidar mejor el aprendizaje. De hecho, la motivación es lo que nos permite focalizar la atención y sólo si hay atención, se puede aprender y formar memoria.

Y bueno, ya nos lo decían nuestras mayores: "Lección dormida, lección aprendida". Una de las funciones del sueño es la consolidación de la memoria.

Esto no significa que durante el día no nos acordemos de las cosas que vamos haciendo, pero las conexiones que vamos formando durante el día son débiles, y durante el sueño se refuerzan. Estudios electroencefalográficos han demostrado que el hipocampo (formador de memoria) y la corteza (odonde se guarda la memoria) se comunican de una forma especial durante el sueño, mandándose diferentes ondas cerebrales que se acoplan entre sí. No se saben los mecanismos exactos, pero parece como si el hipocampo informase a la corteza de que esos estímulos que se han aprendido durante el día deben ser almacenados.

Otros estudios también han demostrado que la respiración consciente y ordenada se sincroniza con la actividad de regiones cerebrales implicadas en la formación de memoria como el hipocampo. Esto podría explicar por qué el yoga y la meditación ayudan a que nos concentremos.

De la misma forma que acabamos de aprender que hay cosas que nos ayudan a aprender, ya os estaréis imaginando que hay otras muchas que hacen todo lo contrario. Durante muchos años, se ha pensado que lo trastornos de la atención y de la memoria se debían a la actividad reducida en ciertas regiones cerebrales.

Estudios recientes demuestran que numerosas enfermedades psiquiátricas, neurodegenerativas como el Alzheimer y el envejecimiento, se asocian con una inhibición neuronal insuficiente en ciertas regiones cerebrales. Se requiere una modulación refinada de la transmisión excitatoria e inhibitoria para que haya salud cerebral. 

En el caso de nuestro cerebro, menos es más: si la inhibición neuronal no se produce, las neuronas empiezan a responder frente a estímulos insignificantes y ni nos concentramos, ni tampoco recordamos. Es importante pues, que nuestro cerebro no esté siempre activo y estimulado.

Hemos hablado de cómo las emociones en ciertas experiencias reforzaban nuestra memoria, pero ¿qué pasa si la experiencia es desagradable? Cuando la experiencia provoca mucha ansiedad o es traumática, en nuestro cerebro se libera mucho cortisol. Se ha demostrado que niveles elevados de cortisol en nuestro cerebro producen la degeneración de las dendritas de nuestras neuronas, por lo que éstas pierden la capacidad de poder comunicarse y por tanto de aprender y formar memoria.

Por otro lado y concretamente, el estrés psicosocial activa nuestro sistema inmunológico a nivel cerebral y son nuestras propias células inmunológicas las que atacan a ciertas regiones de nuestro cerebro impidiendo que se forme memoria. Pero es que además, no sólo la neuroinflamación, la inflamación a nivel cerebral, impide que formemos memoria, también se ha demostrado que una inflamación periférica, como la que se observa en pacientes con encefalopatía hepática, puede tener repercusiones en la formación de memoria.

En resumen, es clave para formar memoria: vivir con intensidad y disfrutar del proceso de aprendizaje para evocar sensaciones, jugar, meditar, dormir bien y escapar de la sobre-estimulación, la falta de descanso cerebral, el estrés emocional y psicosocial, y entender que las alteraciones del resto de nuestro cuerpo también pueden producir alteraciones a nivel cerebral.

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¿Cómo aprenden las neuronas?